Un homenaje a quienes partieron: Descanse en paz

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El primer largometraje de Thea Hvistendahl, titulado «Que descanse en paz» y galardonado con el Méliès d’Or en el Festival de Sitges, ha aterrizado en la plataforma Filmin este fin de semana. La película representa una experiencia cinematográfica única que desafía las expectativas convencionales sobre el género de los zombis, ofreciendo una perspectiva más humana y emocional que una simple historia de terror.

Con un guion escrito por Hvistendahl en colaboración con John Ajvide Lindqvist, conocido por su trabajo en «Déjame entrar», la película se aleja de la estética típica de las narraciones de zombis y se adentra en el complejo tema del duelo. La trama se centra en personajes que ven regresar a sus seres queridos en forma física, aunque vacíos de alma, explorando el dolor y la nostalgia que los acompaña. Dicha premisa recuerda a la serie francesa «Los fantasmas», pero se distancia de la comedia y se sumerge en una narrativa más introspectiva y conmovedora.

A lo largo de la película, los personajes realizan rituales emocionales —olor a una camiseta, revivir momentos pasados, encender velas de cumpleaños— que representan el apego a lo que han perdido. Estos actos, por insignificantes que sean, reflejan la lucha interna de mantener viva la memoria de aquellos que han partido. La película, que carece de diálogos profundos, utiliza el lenguaje visual de manera magistral, permitiendo que las emociones hablen por sí mismas, creando una atmósfera densa y reflexiva.

Una de las escenas más impactantes muestra a una mujer que, incapaz de soltar a la figura resucitada de su amiga, la sostiene y marca el ritmo de una canción que captura la esencia de lo irrecuperable. Dichos momentos evocan una profunda tristeza y subrayan la fragilidad de la vida, enfatizando cómo el amor y la pérdida son dos caras de la misma moneda. A través de estas interacciones, “Que descanse en paz” invita al espectador a reflexionar sobre la muerte y el duelo de manera poética y sensible.

En este sentido, las imágenes cuidadosamente construidas en la película hablan directamente del misterio inherente a la muerte. Para muchos, el proceso de dejar ir es un camino repleto de dificultades. La historia resuena especialmente en aquellos que han experimentado pérdidas, como el caso de una mujer en un barrio que mantuvo la habitación de su hijo, muerto en un accidente, tal cual estaba durante años. Este recuerdo personal es una representación de cómo para algunas personas, cerrar un capítulo puede tomar un tiempo interminable.

Lindqvist, en su novela «Déjame entrar», reflexiona sobre la eternidad desde una perspectiva oscura; su visión del vampiro como un ser que vaga sin rumbo hasta desaparecer es paralela a los sentimientos de los personajes en «Que descanse en paz», quienes intentan encontrar sentido y conexión en una existencia que parece haber ido en vano. Este ciclo interminable de dolor y recuerdo se hace evidente a través de cada escena, invitando al espectador no solo a ver, sino a sentir el peso del duelo.

«Que descanse en paz» se aleja claramente del estereotipo habitual asociado a las historias de terror, posicionándose como una obra introspectiva y emocionalmente rica. Esto invita a la reflexión sobre cómo las comunidades enfrentan la pérdida, el poder de los rituales en nuestras vidas cotidianas y cómo enfrentamos la inevitable verdad de que aquellos que amamos nunca regresarán en su totalidad.

A medida que avanza la trama, el espectador no puede evitar sentir que la película, aunque cargada de tristeza, también ofrece un espacio para la sanación. Con el talento de Hvistendahl y Lindqvist entrelazado en cada fotograma, «Que descanse en paz» es más que una simple historia de zombis; es una meditación sobre la memoria, el amor perdurable y el valor de dejar ir. Así, se convierte en una experiencia cinematográfica recomendable para quienes buscan una narrativa que vaya más allá del miedo y explore las complejidades del corazón humano.


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