Reunión del Sindicato de Inquilinos: El miedo se transforma

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Un notable aumento en la participación ciudadana por el derecho a la vivienda se observó este viernes en Madrid, donde el Sindicato de Inquilinos llevó a cabo una asamblea que superó la capacidad de su espacio habitual. La reunión, que se realizó en el Ateneo La Maliciosa, atrajo a un gran número de asistentes, superando las expectativas de los organizadores tras una exitosa manifestación realizada la semana anterior.

Con la manifestación del pasado domingo aún en la mente de muchos, el Sindicato de Inquilinos se preparó para recibir a nuevos miembros. Las cifras que se manejan tras el evento son contundentes, ya que se reportaron entre 22,000 y 100,000 participantes, un hecho que ha desatado un creciente interés en la organización. «La lucha debe continuar», recordó Valeria Racú, portavoz del sindicato, al comienzo de la asamblea, llamando a todos los inquilinos a unirse en la lucha por sus derechos.

La sala donde se llevó a cabo la asamblea, de capacidad para 50 personas, rápidamente se convirtió en un punto de reunión abarrotado. Ante la imposibilidad de albergar a todos los asistentes, el grupo se trasladó a la Plaza de las Pañuelas, donde un centenar de personas tomaron asiento para escuchar a los veteranos activistas. La transición a un espacio abierto no solo facilitó la participación, sino que también simbolizó la expansión del movimiento.

El interés en el sindicato ha crecido exponencialmente en las últimas semanas, especialmente después de la manifestación. Desde septiembre, el número de seguidores en X (anteriormente Twitter) se ha incrementado de 26,600 a 36,600, y en Instagram han pasado de 10,400 a 22,400 seguidores. Este aumento en la cifra de seguidores refleja no solo un renovado interés en acciones colectivas, sino también la búsqueda de respuestas frente a la crisis de vivienda que atraviesa el país.

Entre los temas tratados en la asamblea emergió la idea de una huelga de alquileres, una propuesta que busca movilizar a inquilinos en una desobediencia colectiva contra las subidas de precios de las rentas. «Si nos organizamos, tenemos mucho más poder que cualquier terrateniente o político», enfatizó Racú. Aunque no existe un marco legal claro que ampare tal acción, los participantes están dispuestos a asumir el riesgo, considerando la huelga como una opción legítima en búsqueda de un cambio necesario.

Las opiniones en la asamblea evidenciaron una mezcla de entusiasmo y miedo. Si bien hay un palpable deseo de actuar, la idea de dejar de pagar alquileres genera ciertas inquietudes sobre las repercusiones. Sin embargo, el sentimiento general es que un gran número de ciudadanos movilizados puede cambiar la dinámica de poder, mostrando que la comunidad puede oponerse a las entidades que tradicionalmente han tenido la voz más fuerte en este tipo de conflictos.

La asamblea no solo sirvió para discutir estrategias, sino también para fortalecer el sentido de comunidad entre los inquilinos. Se formaron grupos pequeños donde los participantes compartieron sus temores y experiencias, reforzando la idea de que no están solos en su lucha. Este gesto de solidaridad y apoyo resulta crucial en un momento en que las narrativas sobre el miedo y la división son comunes.

Mientras la asamblea culminaba, Racú se mostró optimista: «Cada nuevo paso va a ser un paso más grande, hasta que un día digamos: ‘Mañana no pagaremos más'». Los miembros del Sindicato de Inquilinos están decididos a consolidar su movimiento y están en busca de más oportunidades para extender su mensaje en otras ciudades de España, donde asociaciones similares están surgiendo. La continuidad de las manifestaciones en ciudades como Valencia y Málaga en las próximas semanas mantendrá la presión sobre las autoridades en un momento crítico para la agenda de derechos de vivienda en el país.

El ecosistema del movimiento inquilinato en España se está transformando, y con un creciente respaldo social, los activistas parecen haber encontrado una nueva voz que resuena en la lucha por la justicia habitacional. «Si somos miles, no hay suficientes maderos para sacarte de tu casa», exclamó uno de los militantes al cierre de la asamblea, recibiendo un fuerte aplauso que llenó el ambiente de esperanza y determinación ante un reto que aún queda pendiente. La respuesta colectiva de Madrid puede ser solo el comienzo de un movimiento más amplio que busque hacer frente a la crisis de vivienda que agobia a muchas ciudades en el mundo.


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