La extrema derecha obtiene victoria histórica en elecciones austriacas
La ultraderecha ha marcado un hito en la política austríaca tras ganar las elecciones parlamentarias, obteniendo su mayor respaldo histórico. El Partido de la Libertad (FPÖ) alcanzó un 28,8% de los votos, superando al Partido Popular (ÖVP), que experimentó un significativo descenso al quedar en un 26,3%.
Herbert Kickl, líder del FPÖ, celebró con euforia lo que calificó como “el milagro azul” en Viena, mientras que el actual canciller, Karl Nehammer, ofreció una visión diferente al mostrar su decepción por no haber alcanzado el primer puesto. En un clima de celebración y descontento, los socialdemócratas (SPÖ) también sufrieron, con su peor resultado en la historia del partido, empañando el panorama democrático en el país.
El ascenso del FPÖ no solo se debe a la victoria reciente, sino que ha sido el resultado de un trabajo constante en los últimos años. Desde que se convirtieron en los líderes en las encuestas, las formaciones de extrema derecha han ganado fuerza en Europa, reflejando un cambio en las dinámicas políticas. En las elecciones europeas de junio pasado, el FPÖ logró posicionarse como la primera fuerza política, lo que anticipaba su triunfo en las parlamentarias.
Este resultado marca un nuevo capítulo para el FPÖ, que bajo el liderazgo de Kickl ha superado el histórico 26,9% de Jörg Haider en 1999, un referente de la ultraderecha en Austria. Kickl, quien buscó una conexión simbólica con el pasado al cerrar su campaña en la misma emblemática plaza que su predecesor, ha expresado ahora su intención de convertirse en “el canciller del pueblo”, un término que ha generado debate por sus connotaciones.
Tras years de declive, el FPÖ ha logrado una notable recuperación desde el 16,2% que obtuvo en 2019, cuando el partido se vio involucrado en un escándalo de corrupción. Ahora, el aumento de 13 puntos porcentuales en su apoyo refleja no solo un cambio en la percepción pública, sino también un reajuste en la política austriaca hacia posturas más radicales en temas de inmigración y soberanía nacional.
A pesar del éxito del FPÖ, la formación radical no tiene el camino claro para gobernar en solitario debido a la falta de opciones de coalición. Kickl se mostró abierto a acuerdos, pero los partidos tradicionales, incluidos el SPÖ, los Verdes y los liberales, han expresado su negativa a formar un gobierno con la ultraderecha, citando preocupaciones sobre su ideología antiinmigración y euroescéptica.
Nehammer, quien ha caracterizado a los ultras como un “peligro para la seguridad”, ha dejado la puerta entreabierta a una posible alianza, señalando que hay “personas razonables” en el FPÖ. Sin embargo, la posibilidad de un gobierno conservador con la ultraderecha genera tensiones y podría acentuar la polarización política en el país.
La primordial cuestión sobre la formación del nuevo gobierno recae en el presidente Alexander Van der Bellen, quien no está obligado constitucionalmente a confiar la formación del gobierno a la primera fuerza electoral. El presidente ha expresado su escepticismo hacia el FPÖ, sugiriendo que podría no favorecer a un partido cuya plataforma contradiga los principios democráticos y la unidad europea.
Con la mirada puesta en las conversaciones que seguirán, Van der Bellen ha manifestado su compromiso con la creación de un gobierno que respete los fundamentos de la democracia y la independencia de los medios de comunicación. Ahora, le toca a los líderes políticos encontrar compromisos que permitan una gobernanza eficaz en un entorno extremadamente fracturado. A medida que los austriacos observan con atención, el futuro político del país pende de un hilo en un clima de incertidumbre y divisiones ideológicas.