Fondos necesarios para enfermedades que afectan a mil millones.
Más de mil millones de personas en el mundo sufren enfermedades tropicales desatendidas. A pesar de su gravedad, la inversión para su prevención y tratamiento es alarmantemente insuficiente.
En un acto celebrado en Madrid, el doctor Jarbas Barbosa da Silva, director de la Organización Panamericana de la Salud (OPS), enfatizó que «los más pobres son los que más sufren y cuando enferman son aún más pobres». La situación puso de relieve la urgencia de destinar más recursos a las 21 patologías tropicales que la Organización Mundial de la Salud (OMS) considera desatendidas. El evento reunió a expertos de diferentes organizaciones, como Médicos Sin Fronteras (MSF) y Fundación Anesvad, quienes exigieron la movilización de fondos para combatir estas enfermedades olvidadas, que a menudo provocan estigmatización y discapacidad.
La OMS estableció en 2021 una hoja de ruta que se propone que, para 2030, al menos 100 países eliminen al menos una de estas enfermedades, logrando una reducción del 75% en la discapacidad que causan. Vanessa López, directora de la Fundación Salud Por Derecho, subrayó que, a pesar de los avances reportados en el último informe de la OMS de 2023, la meta está lejos de ser alcanzada. Según dicho informe, 50 países lograron la eliminación de una de estas enfermedades; sin embargo, los expertos advierten que queda un largo camino por recorrer.
José Antonio Ruiz Postigo, médico del Programa Mundial de Control de las Enfermedades Tropicales Desatendidas de la OMS, criticó la hoja de ruta, calificándola de «tremendamente ambiciosa» y «idealista». Reconoció que la pandemia de COVID-19 interrumpió muchas intervenciones sanitarias, pero enfatizó que este es solo uno de los múltiples factores que han contribuido al estancamiento en la lucha contra estas enfermedades. «Ningún Estado miembro de la OMS apoya financieramente al departamento de enfermedades tropicales desatendidas», añadió, evidenciando la falta de atención global hacia estas dolencias.
El desafío financiero se refleja en la estructura misma de la OMS, donde Ruiz Postigo reveló que su división ha perdido 22 empleos técnicos y médicos debido a jubilaciones y renuncias, sin que los puestos hayan sido reemplazados. «Debemos evitar depender de las empresas farmacéuticas para las acciones necesarias», afirmó, defendiendo la necesidad de una financiación más carente de prejuicios de los Estados miembros. Con mejores recursos, asegura, se podrían llevar a cabo intervenciones efectivas que actualmente no son viables.
Francisco Bartolomé, un experto de MSF, destacó otro obstáculo crítico: la disponibilidad de medicamentos. Señalando que muchos tratamientos para estas enfermedades no son rentables, alertó sobre la incertidumbre que esto genera, ya que los fabricantes pueden dejar de producir medicamentos si no hay suficientes pedidos. Como ejemplo, mencionó el caso de los antivenenos para mordeduras de serpiente, cuya producción se ha deteniado en Sudáfrica. La falta de suministros adecuados obliga a las organizaciones a racionar sus reservas, poniendo en riesgo la vida de quienes requieren atención urgente.
Entender los determinantes sociales detrás de las enfermedades tropicales desatendidas es esencial para abordarlas de manera efectiva. «Los factores como pobreza, falta de acceso a agua potable y desigualdades de género afectan desproporcionadamente a los países del África subsahariana, quienes sufren las peores consecuencias», explicó Iñigo Lasa, director general de la Fundación Anesvad. Este contexto agrava la situación, pues, como remarcó, «una persona sin recursos no puede permitirse comprar medicamentos o incluso llegar a un centro de salud».
Lasa indicó que junto a otras organizaciones se está impulsando una resolución en la próxima cumbre mundial de la OMS que reconozca las enfermedades tropicales desatendidas como una prioridad de salud global. Aunque esta medida no obligaría a los Estados a destinar más dinero, sí obligaría a la OMS a tomar acciones concretas al respecto. La comunidad internacional enfrenta un dilema: invertir en la salud de los más desfavorecidos no solo es una cuestión de ética, sino que también tiene un gran retorno económico.
Isabela Ribeiro, directora del grupo de enfermedades virales de DNDi, completó el análisis afirmando que «los fondos destinados a estas enfermedades son desproporcionadamente bajos en comparación con lo que requieren, pero su retorno sobre la inversión es altísimo». Un estudio reciente concluyó que una inversión de tan solo un dólar puede resultar en un retorno de 465 dólares, un argumento convincente para que los gobiernos reconsideren la manera en que priorizan la salud global. Así, aunque el panorama es desalentador, la esperanza radica en la movilización de recursos y la acción coordinada para erradicar estas dolencias que afectan a millones.