Estrategias efectivas y fallidas para prevenir asesinatos en la región.

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En un revelador informe científico, se ha demostrado que las intervenciones militares y el endurecimiento de penas no reducen adecuadamente los homicidios en América Latina y el Caribe. En cambio, otras medidas muestran efectividad.

El estudio, titulado «¿Qué funciona para reducir los homicidios en América Latina y el Caribe? Una revisión sistemática de las evaluaciones de impacto», fue elaborado por el Laboratorio de Análisis de la Violencia de la Universidad del Estado de Río de Janeiro. Los hallazgos revelan que la región experimenta una alarmante tasa de homicidios, marcando un 19,9 asesinatos por cada 100.000 habitantes, que contrasta dramáticamente con la media global de 5,8. Este alarmante contexto resalta la urgencia por aplicar políticas efectivas y basadas en la evidencia.

El informe analiza 65 evaluaciones de diversas estrategias implementadas en los últimos 20 años para combatir esta problemática. Los investigadores clasificaron las intervenciones en cinco categorías: efectivas, prometedoras, sin resultados concluyentes, no efectivas y contraproducentes. «No pretendemos ofrecer recetas, sino evidencias que aporten al debate sobre políticas públicas», aseguró Ignacio Cano, coautor del estudio, enfatizando la necesidad de un enfoque más matizado y fundamentado.

Entre los métodos que muestran efectividad se encuentra la restricción en la venta de alcohol y armas. En ciudades como Cali y Bogotá, la reducción de horarios de venta de alcohol ha demostrado disminuir la violencia vinculada al consumo excesivo en bares nocturnos. La prohibición de portar armas en espacios públicos, aplicada en El Salvador y en varias ciudades colombianas, también ha tenido un impacto positivo. Sin embargo, las intervenciones militares, aunque efectivas en algunas áreas, no han mostrado resultados generalizables, sugiriendo que su implementación debe ser cuidadosa y específica.

Por otro lado, las políticas que han fracasado incluyen la militarización contra el narcotráfico en México, llevada a cabo por el presidente Felipe Calderón entre 2006 y 2012, que resultó en un drástico incremento de asesinatos, triplicando las cifras originales. Los investigadores indican que desmantelar estructuras criminales sin un plan de seguimento puede desatar luchas internas por el poder entre grupos delictivos.

Tras tres años de estudios, Cano propone tres recomendaciones clave: abordar de manera integral los factores de riesgo como el alcohol y las armas; focalizar esfuerzos en las zonas más vulnerables; y garantizar que cada programa disponga de recursos para su evaluación constante. Estas estrategias buscan no solo disminuir la violencia, sino también entender las causas subyacentes que alimentan los homicidios.

El informe también considera como prometedoras algunas medidas que han mostrado resultados positivos pero carecen de evidencia concluyente, como las leyes de control de armas y las estrategias mejoradas de patrullaje policial. Sin embargo, recalca que no basta con endurecer penas, ya que la investigación en esta área es limitada y sus resultados, muchas veces, no son concluyentes.

En términos de contexto histórico, Cano señala que las elevadas tasas de homicidios en América Latina se deben a una combinación de factores como la desigualdad social, la cultura machista y la debilidad institucional. A pesar de los esfuerzos por estabilizar la región tras décadas de conflictos, el panorama de violencia se ha mantenido o incluso ha empeorado en ciertos aspectos.

La divergencia entre América Latina y otras regiones, como Asia, que tras conflictos violentos han logrado disminuir sus índices de criminalidad, destaca la complejidad del fenómeno en la región. Países como Camboya y Vietnam han logrado transitar de contextos bélicos a sociedades más pacíficas, lo que enfatiza la posibilidad de cambio aunque el camino sea complejo.

Este informe representa un llamado a la acción para los responsables de formular políticas en América Latina y el Caribe. A medida que países de la región continúan enfrentando desafíos graves en términos de violencia, resulta esencial implementar estrategias basadas en evidencia que realmente puedan abordar las causas subyacentes y fomentar una cultura de paz a largo plazo. La búsqueda de soluciones viables requiere no solo compromiso político, sino también una comprensión profunda de los contextos locales y de los efectos de las políticas implementadas anteriormente.


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