El chavismo se reinventa tras la derrota electoral reciente.
Crisis en Venezuela: Maduro reorganiza su gobierno tras elecciones fallidas y creciente represión
El gobierno de Nicolás Maduro se encuentra en medio de una profunda crisis interna después de las elecciones presidenciales del 28 de julio, un evento que ha sido calificado como un fracaso rotundo. Según analistas cercanos al régimen y altos mandos militares, la sensación en el Palacio de Miraflores es de desazón, ya que el oficialismo no solo fracasó en su intento de ocultar una derrota electoral evidente, sino que tampoco logró obtener el respaldo popular esperado. Las dificultades de legitimidad que enfrenta Maduro han llevado a una reestructuración significativa de su gobierno y del entorno que lo rodea.
Recientemente, la designación de Alex Saab como nuevo ministro de Industria y Producción Nacional ha sido un claro indicio de esta reconfiguración. Saab, un empresario colombiano fugado de la justicia estadounidense, ha jugado un papel crucial en el contrabando de mercancías hacia Venezuela y ha acumulado una considerable fortuna gracias a su cercanía al chavismo. Su lealtad a Maduro quedó evidenciada cuando se resistió a aceptar un acuerdo con las autoridades estadounidenses que podría haber reducido su condena penal. Este movimiento ha dejado claro que, ante la crisis, el presidente busca rodearse de figuras incondicionales que fortalezcan su base de poder.
Los expertos advierten que la situación ha salido de control, y la represión se ha incrementado en respuesta a las manifestaciones de descontento popular. Miles de venezolanos, incluidos 160 menores, han sido encarcelados bajo acusaciones de terrorismo, mientras que el acceso a abogados y juicios justos ha sido prácticamente anulado. Las instituciones encargadas de esta represión, como el Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional (Sebin) y la Dirección General de Contrainteligencia Militar (DGCIM), han sufrido cambios en su liderazgo, con destituciones que reflejan la inestabilidad que vive el régimen.
La aparición reciente de Juan Barreto, exalcalde metropolitano de Caracas, quien fue un ferviente defensor de la revolución bolivariana, subraya el desencanto entre antiguos aliados del chavismo. Barreto ha señalado que el liderazgo de Maduro carece de legitimidad, con encuestas que indican que solo un pequeño porcentaje de la población considera que el mandatario ganó las elecciones. Esta crisis de confianza ha hecho que el régimen se afiance aún más, cerrando filas y fortaleciendo el control sobre los suyos. Barreto destaca que Maduro no parece interesado en el diálogo, ni a nivel nacional ni internacional.
En otra muestra de poder, Diosdado Cabello ha sido nombrado ministro del Interior. Considerado el verdadero segundo al mando del chavismo, su inclusión en el gabinete refuerza la idea de que Maduro está elevando a su círculo más cercano. Cabello es conocido por su intransigencia hacia cualquier voz disidente y su reciente reprimenda al hijo de Maduro demuestra su control absoluto sobre el aparato gubernamental. Este ambiente de reforzamiento y sospecha constante dentro del régimen puede resultar en una era de mayor represión y violencia.
Análisis de expertos sugieren que el régimen de Maduro está esperando adaptarse a una nueva realidad política, donde la represión masiva y selectiva se combinan con un firme control mediático y un manejo estratégico de recursos. Estos cambios son interpretados como una “normalización” del gobierno, un intento de retroceder sobre el descontento generado por las elecciones fallidas. Sin embargo, críticos advierten sobre las implicaciones de una escalada represiva, que podría llevar a la radicalización de la oposición.
En medio de este panorama, llamativas destituciones de figuras emblemáticas del gobierno hacen eco del cambio. Gustavo González, al frente del Sebin, ha sido removido tras años de críticas por violaciones a los derechos humanos. En su despedida, agradeció a Maduro por su liderazgo y prometió “nuevas misiones”. La danza de poder en las instituciones no se limita a un cambio de nombres, sino que revela un reacomodo en las fuerzas dentro del gobierno que busca mantener la estabilidad en un escenario cada vez más volátil.
Por otro lado, la destitución de Elvis Amoroso, presidente del Consejo Nacional Electoral (CNE), quien había sido un defensor acérrimo de Maduro, genera incertidumbre respecto a la dirección futura del gobierno. Las nuevas figuras que han sido colocadas en los puestos clave están alineadas con los intereses y objetivos de Cabello, lo cual fortalece su influencia en la estructura de poder del régimen. La maquinaria del chavismo parece estar tomando medidas drásticas para asegurar su supervivencia ante el creciente descontento popular.
Andrés Izarra, exministro de Chávez, revela que la naturaleza del gobierno ha cambiado, pasando de un enfoque en la construcción de hegemonía social a uno basado en la represión y el miedo. Mientras Maduro enfrenta la falta de legitimidad y popularidad, continúa avanzando en su estrategia de ajustes políticos que han redefinido las estructuras de poder. Sin embargo, con un movimiento como este es difícil prever la estabilidad que el régimen puede sostener a largo plazo, ya que la falta de aceptación social puede llevar a un colapso aún mayor en el contexto venezolano.