Creciente malestar en Cuba tras tres días de apagón.

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En medio de una crisis energética sin precedentes, Cuba enfrenta un apagón nacional que ha sumido a gran parte del país en la oscuridad. Desde el viernes, miles de ciudadanos viven sin electricidad, lo que ha generado graves problemas humanitarios.

El caso de Susana Cuesta, residente en el centro de Pinar del Río, es solo uno entre muchos. “Tengo mucho miedo, inseguridad… No sé dónde vamos a acabar”, relata a través de un mensaje, mientras se enfrenta a la pérdida de alimentos en su refrigerador. Una emergencia que no solo ha afectado su hogar, sino que ha desatado un clima de desesperación en diversas comunidades de la isla. Con más de 50 horas sin luz, muchas familias se ven obligadas a cocinar con leña en las aceras, enfrentando largas filas para adquirir bombonas de gas licuado.

Los hospitales de la isla empiezan a colapsar bajo esta situación crítica. Un informante desde el centro pediátrico de Pinar del Río revela que varios niños enfermos no pueden recibir la atención adecuada debido a la falta de agua y combustible. La mayoría de las salas se mantienen a oscuras, lo que ha llevado a algunos padres a improvisar camas en los pasillos para ofrecer a sus hijos el oxígeno vital que necesitan. La angustia y el temor por la salud de los más vulnerables se suman a los estragos de este apagón.

A medida que la crisis se agrava, las autoridades cubanas han declarado una “emergencia energética” durante el colapso del sistema eléctrico nacional. La principal central térmica de la isla, Antonio Guiteras, sufre una avería que ha dejado a millones sin electricidad. Aunque la estatal Unión Eléctrica reportó una restauración del 11% del suministro, esta es insuficiente y temporal. Los ciudadanos, desesperados, permanecen en la incertidumbre respecto a cuándo tendrán de nuevo acceso a la electricidad.

Los problemas en el sistema eléctrico de Cuba no son nuevos; expertos habían pronosticado esta calamidad durante mucho tiempo. La infraestructura deteriorada, combinada con la falta de combustible y el escaso acceso a las divisas, ha creado un caldo de cultivo para esta crisis. A pesar de que el presidente Manuel Marrero insiste en que el país no está “en un abismo sin fondo”, la situación ha forzado el cierre de actividades educativas y recreativas, además de afectar gravemente el trabajo en sectores no esenciales.

Para la mayoría de los cubanos, cada día se convierte en una lucha por la supervivencia ante las interrupciones eléctricas. El aumento en la venta de generadores eléctricos y paneles solares refleja una necesidad urgente, aunque seguir estas alternativas es una opción fuera del alcance financiero de la mayoría. Estos dispositivos pueden costar hasta 2.000 dólares, un precio prohibitivo para la gran parte de la población. La solidaridad comunitaria se ha vuelto esencial, donde algunos vecinos ayudan a cargar celulares o ventiladores.

Las protestas por la falta de electricidad han estallado en múltiples localidades del país, con eco de cacerolas y manifestaciones pacíficas por parte de los ciudadanos hartos de la situación. Barrios como El Vedado, San Miguel del Padrón y Santiago de Cuba se han visto sacudidos por el descontento popular, reflejando un desasosiego colectivo ante un apagón que se ha convertido en uno de los más largos en la historia de la isla.

Para complicar aún más las cosas, meteorólogos han alertado sobre la llegada del huracán Óscar, que amenaza con azotar la costa norte de Cuba. Esto agrava una crisis que ya es crítica, añadiendo más presión sobre un gobierno que lucha para ofrecer respuestas viables. Los años de apagones frecuentes, iniciados tras la caída de la Unión Soviética, parecen ahora culminar en esta catástrofe humanitaria.

En el horizonte, el pueblo cubano se enfrenta a un futuro incierto, donde la falta de luz y el temor a condiciones climáticas adversas sume al país en una penosa situación. Mientras las autoridades intentan manejar la crisis, la resiliencia y la solidaridad de la comunidad emergen como el único recurso que les queda a los cubanos para sobrellevar el desafío. La historia de Susana Cuesta representa solo una pequeña parte del sufrimiento colectivo, reflejando la angustia de millones que se encuentran en la misma oscuridad.


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