Brasil enfrenta el tabú del suicidio policial tras mil muertes

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El alarmante aumento de suicidios entre policías en Brasil ha encendido las alarmas sobre la salud mental de las fuerzas de seguridad en el país sudamericano.

En 2022, las fuerzas policiales brasileñas mataron a 6,400 personas, una cifra que resalta la violencia inherente a su labor. Sin embargo, lo que más preocupa es que el índice de suicidio se ha convertido en la principal causa de muerte no natural entre los agentes. A lo largo del último año, 118 policías se quitaron la vida, un aumento del 26 % respecto a 2022, superando las muertes por enfrentamientos en las calles y otros incidentes violentos. Esta tendencia refleja la grave crisis de salud mental que atraviesan los profesionales encargados de mantener el orden público en Brasil.

Victoria, un nombre ficticio para proteger la identidad de una agente de la policía criminal, compartió su desgarradora historia. Con más de 20 años de experiencia, su trabajo en una prisión en las afueras de Río de Janeiro la llevó al borde de la desesperación. «Cinco de mis compañeros se han suicidado en los últimos años», reveló Victoria, explicando que ella misma ha pensado en acabar con su vida. La presión laboral, unida a la inestabilidad emocional exacerbada por la pandemia, ha sido devastadora para muchos agentes. «Las mujeres suelen intentar hacerlo con medicamentos; los hombres, con armas», añadió, resaltando las diferentes formas en que sus colegas enfrentan la angustia.

El entorno laboral en las cárceles brasileñas es tenso y peligroso, con condiciones de hacinamiento y falta de recursos. Victoria recordó una experiencia aterradora durante un motín que duró tres días, en la que sus compañeros vivieron momentos de extremo peligro. «Vuelves a trabajar con miedo de que esto vuelva a pasar, es imposible no tener ansiedad», aseguró. Este clima de incertidumbre y temor se suma a una carga emocional que muchos trabajadores no saben cómo manejar.

Las cifras son alarmantes: el Instituto de Investigación y Prevención del Suicidio (IPPES) ha documentado más de 1,000 suicidios entre policías en Brasil entre 2018 y 2023. La tasa de suicidio entre las fuerzas de seguridad es 30 casos por cada 100,000 habitantes, quintuplicando la de la población general. Sin embargo, el estigma que rodea a la salud mental impide que muchos busquen la ayuda necesaria. En la Policía Militar de Río, la ausencia de psiquiatras y la falta de programas de apoyo psicológico han llevado a que muchos policías sufran en silencio.

A finales de septiembre, la presentación de un informe sobre el suicidio en el ámbito policial reunió a numerosos agentes preocupados por la creciente problemática. En medio de un clima de sinceridad, la secretaria de Administración Penal del Gobierno de Río, María Rosa Lo Duca Nebel, lamentó la falta de atención hacia el bienestar mental de los policías, especialmente en condiciones laborales precarias como el manejo de 3,000 presos por parte de solo cinco agentes. «¿Crees que esa persona va a estar bien de la cabeza?», cuestionó, subrayando el desamparo que enfrenta la fuerza policial.

Afortunadamente, se están realizando esfuerzos para abordar esta crisis de salud mental. El IPPES ha iniciado un programa pionero en Río de Janeiro para ofrecer talleres de gestión humanizada y cursos sobre prevención del suicidio. A través de este esfuerzo, se busca cambiar la mentalidad dentro de las comisarías y ofrecer recursos a los agentes que, hasta ahora, se habían sentido desamparados. Sin embargo, convencer a las instituciones policiales de la necesidad de este enfoque ha resultado complicado.

En 2023, el suicidio ha escalado a la principal causa de muerte no natural entre las fuerzas de seguridad. Aunque la violencia y el riesgo inherentes a su trabajo son bien conocidos, el cambio hacia una mayor sensibilidad respecto a la salud mental es un paso crucial para mejorar las condiciones de vida de los policías. Como concluyó Victoria, la toxicidad de la masculinidad y un marco de políticas públicas en forma de «guerra» han perpetuado una cultura de silencio que ahora empieza a ser cuestionada.

La realidad es que la presión y el trauma que enfrentan los policías en Brasil son factores de riesgo que deben ser tratados con la seriedad que requieren. Los esfuerzos recientes son un rayo de esperanza, aunque aún queda un largo camino por recorrer para abordar las profundas cicatrices y tabúes que continúan afectando a quienes se encuentran en la línea del frente de la seguridad pública en Brasil.


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